Los educadores y su papel en la creación de un entorno motivante y de oportunidades

¿Cuántas aspiraciones tienes o has tenido a lo largo de tu vida? Mejor no contarlas, ¿verdad? Sin embargo, no todas las aspiraciones implican alcanzarlas. A medida que avanzamos por la vida aprendemos y nuestra experiencia hace que algunas de nuestras metas se desvanezcan, cuando éstas se convierten en más improbables. ¿A quién buen amante del fútbol no le hubiera gustado poder jugar en la Champions League? Con el tiempo nos damos cuenta que no las lograremos. Pero lo más fascinante es que estas frustraciones son algo positivo en nuestro proceso de aprendizaje, ya que hemos de aprender que ciertos anhelos permanentes disminuyen los placeres de cómo vivimos nuestras vidas. 

Hay que tener en cuenta que las emociones aspiracionales surgen cuando las circunstancias permiten esa promesa. Por lo tanto, el aprendizaje tiene que permitir o crear esas circunstancias que hacen que, cuando vemos una oportunidad de hacer algunos progresos con respecto a nuestras aspiraciones de vida, saltemos a coger esa oportunidad

Cuando esto ocurre, decimos que estamos motivados, nos movemos para alcanzar esa oportunidad que supone un cambio positivo. Crear una activación, inspirar para moverse. En resumen, parte de nuestro trabajo como educadores es crear el entorno que permita a nuestros alumnos desarrollar las emociones adecuadas que nos conducen a tomar medidas y llevar a cabo un cambio positivo en sus vidas cuando ven la oportunidad. Ahí es donde los educadores tienen un papel fundamental.

Y es que en nuestro cerebro existe una sensación aún más poderosa que la felicidad: la satisfacción. Las personas se sienten satisfechas por lo que hacen, y esta sensación depende de las acciones diarias. Nos sentiremos satisfechos si durante cada día hacemos lo que consideramos correcto, aunque las cosas que tengamos que hacer sean difíciles o no salgan como se esperaba. 

En esa lucha hay  que destacar que el camino previo que nos lleva hacia el logro de las metas y objetivos, suele tener un valor aún más satisfactorio que la propia consecución de estos. Así pues, lo importante es lo que ocurrió  durante todo el recorrido.

Durante nuestra vida aprendemos que la satisfacción es efímera y parte de nuestro aprendizaje consiste en buscarla. En cierta medida, es como jugar al golf, hoyo a hoyo, unas veces tendremos mejores resultados y otras no, pero el siguiente hoyo conlleva nuevos desafíos y será distinto. Al final es el recorrido lo más importante: la búsqueda de la satisfacción y las emociones que se viven en ese proceso.

La motivación no es totalmente dependiente de las cosas que pasan a nuestro alrededor en cada momento. Así pues,  motivación y aspiración están íntimamente ligadas a las glorias y frustraciones de vida. Como dice Valentín Fuster en su libro El círculo de la Motivación: “El desánimo y la incertidumbre, los descalabros y las adversidades, son elementos inseparables de nuestra existencia”.

Afortunadamente, la naturaleza humana impide que nos quedemos quietos, tomamos decisiones constantemente y las ejecutamos. Nos adaptamos a los cambios en nuestro entorno. Luchamos por mantenernos vivos y por mejorar a cada momento. En resumen siempre estamos buscando oportunidades, que supongan mejoras en nuestras vidas, satisfaciendo nuestras aspiraciones. Todo esto es un aprendizaje continuo, que nos permite seguir avanzando,  construir nuestros sueños. En definitiva, una educación para motivar. Una educación para emocionar.